jueves, 26 de diciembre de 2019

EL CASETÓN DE SAN ROQUE

Iniciamos esta andadura sobre la historia de Pedreña, buscando la primera sede del equipo de remo, intentando acercarnos a las circunstancias que les tocó vivir a aquellos pioneros del deporte en nuestro pueblo.


             Croquis de la situación de la ermita de San Roque y de su casetón (con una trainera dentro).            AUTOR VENANCIO BEDIA.

Hasta bastante tiempo después de la formación del primer equipo de remo de Pedreña, en 1895 (1), germen de lo que años más tarde sería la Sociedad Deportiva (1919), esta entidad no dispuso de un lugar donde guardar los elementos propios de su actividad. Bien es cierto que esta cuestión no era de primera necesidad a finales del siglo XIX, pues los barcos y el material que se empleaban entonces en las regatas de traineras, eran los mismos que se utilizaban para la pesca y dormían a la intemperie. Además, por aquellas fechas tampoco se llevaba a cabo ninguna actividad específica para la preparación de las tripulaciones, que demandase un gimnasio u otra instalación semejante. Se consideraba suficiente para la puesta a punto de las tripulaciones el sacrificio físico que su oficio de pescadores les exigía a diario.

Sin embargo, con el nuevo siglo y la llegada del vapor a la actividad pesquera, se inició un proceso que alteraría el devenir de este deporte. En un principio, esta tecnología convivió con las traineras a remo, incluso se incorporó a ellas, pero pronto fue apareciendo otro tipo de embarcaciones más eficientes (conocidas como "Lanchillas de vapor"), que hicieron que las traineras de pesca fueran dejando de construirse, hasta desaparecer de la mayoría de los puertos del norte de España, antes de la Guerra Civil.

 Lanchilla de vapor entre traineras en Puerto Chico, hacia 1910. POSTAL COL. GÓMEZ BEDIA.

Mientras esto sucedía la pasión por el remo se fue extendiendo por todo el litoral cantábrico y cada vez eran más frecuentes las regatas de traineras a la llegada del verano, con motivo de fiestas populares, actos oficiales, visitas de la familia real, etc.

Esta tendencia relanzó, contra todo pronóstico, la demanda de este tipo de embarcaciones e hizo que los carpinteros de ribera retomaran sus modelos de pesca y, a partir de ellos, comenzaran a diseñar traineras pensadas sólo para la competición. La primera que se reconoce como tal fue construida por Vicente Olazabal en Motrico, Guipúzcoa, en 1910.

La adquisición de un barco de competición en aquella época tenía un coste muy elevado y al ser un objeto delicado, apto únicamente para lo que había sido diseñado, exigía también un lugar donde pudiera guardarse cuando no era utilizado.

No hay certeza sobre cual fue la primera trainera de competición que llegó a Pedreña, ni cuando lo hizo, pero parece lógico pensar que la fecha de su llegada pudo haber estado asociada a la existencia de un local donde poder guardarla.

En 1919 ese lugar aún no debía existir o al menos eso puede deducirse de dos circunstancias ocurridas ese año, con motivo de la disputa de la 1ª Copa del Rey Alfonso XIII, ya que el barco empleado por los pedreñeros para alzarse con la victoria en esa regata (la "Santos Mártires") no era de competición. Y porque al término de la prueba, tras recorrer todo el pueblo los remeros jubilosos con el trofeo obtenido, tuvieron que dejarlo en la capilla de la finca del conde José del Portillo, al no disponer el equipo de un lugar propio donde depositarlo.

La "Santos Mártires" en 1919. FOTO SAMOT. COL. JUAN CASTANEDO.

Consta también que en 1922 dos tripulaciones pedreñeras que iban a participar en la regata de Santander a bordo de las traineras de pesca "María de los Ángeles" y "Joven Felisa", renunciaron a hacerlo (junto a otras dos de Las Presas, de Camargo), pues con estos barcos estarían en desventaja, al ser más pesados y tener más manga que los del resto de participantes, que los tenían de competición. No debía haber barcos de esta clase en Pedreña todavía.

Cuenta Venancio Bedia Bedia, gran remero de los años 60 y Presidente del club de 1975 a 1976, que él supo por sus mayores que "el primer lugar en el que la SDR Pedreña guardó sus pertenencias fue un casetón alargado, adosado a la fachada oeste de la ermita de San Roque, que estaba a la salida del pueblo, antes de llegar a las escuelas de Elechas. Tan sólo el camino les separaba. Era un edificio con la puerta orientada al norte y el tejado a dos aguas, que durante el ciclón del 41 (15 y 16 de febrero de 1941) perdió el alero este y parte del tejado de ese lado. Estos daños nunca se repararon, pues en aquél año la ermita ya estaba medio abandonada y cerrada al culto. Aprovechándose su piedra y teja en buenas condiciones, para la nueva iglesia de San Pedro, de Pedreña, cuya construcción se había iniciado el año anterior."

Esta ermita albergó el retablo o altar mayor de la iglesia de San Bartolomé de Vedia (1168-1910) desde 1893 hasta la construcción de la nueva iglesia de San Bartolomé de Elechas, en 1916, donde sigue conservándose en la actualidad. 

Recibo de cantería de la iglesia de Pedreña, 1940. COL. VICTOR MAZÓN.

"Desde aquél lugar -continua Venancio- cuando había marea llena los remeros bajaban el barco a la mar, llevándolo al hombro por el camino de la Junquera, hasta el agua. Por cierto, que éste era entonces tan estrecho que les obligaba a llevar las cabezas metidas entre las bancadas, debajo de la trainera. Con la marea baja la cosa era peor, porque tenían que cargar con ella hasta el muelle."

Trainera "Elcano", 1933. COL. JUAN CASTANEDO.

No se sabe con exactitud el momento en el que el club tuvo allí su primera sede (aunque debió ser con posterioridad a 1922). Tampoco se conocen testimonios gráficos o documentales que nos lo aclaren. Sin embargo, es muy significativa su participación en las regatas de Portugalete de 1933, ya que con este desplazamiento "fuera de la provincia" la entidad demuestra una capacidad organizativa desconocida en ella hasta entonces. Y existen imágenes de dicho acontecimiento en las que puede verse que la trainera con la que participaron (llamada "Elcano") era ya un barco de competición. Quizás en aquellas fechas esta embarcación se guardaba en el "Casetón de San Roque".

La progresiva ruina de la ermita de San Roque obligó al club a buscar otro lugar donde cobijar su trainera. Encontrándolo en una cavidad natural situada al norte de la Peña de El Rostro, donde hoy existe una rampa peatonal junto a los edificios de Gorostegui. La franja de terreno que había a ambos lados de la boca de la cueva, entre el talud de la peña y el muelle, solía ser el lugar donde quedaban carros y caballerías de quienes llegaban hasta allí de los pueblos cercanos, para viajar por mar a Santander.

Rampa peatonal junto a los edificios de Gorostegui. FOTO JMGB.

Aquella pequeña gruta era utilizada desde antiguo por pescadores y mariscadores para guardar sus útiles de trabajo y como refugio en los días de temporal. No reunía condiciones de habitabilidad, pero tenía una ubicación privilegiada, muy cerca del viejo embarcadero.

 Los remeros sacando la trainera de la Cueva del Muelle, 1940. FOTO SAMOT. COL. JUAN CASTANEDO.

Me contó mi padre, Ángel Gómez Tricio, que conoció de niño "la Cueva del Muelle", que se trataba de una galería estrecha (poco más de 3 m. de anchura), enmarcada por paredes de roca por las que llegaba a filtrarse el agua los días de lluvia. Tenía orientación norte-sur, con suelo de piedra y tierra compactada por la pisada de sus huéspedes. Su techo era bajo e irregular y a medida que uno se internaba en ella iba decreciendo en altura, hasta hacer imposible la deambulación. La cueva tenía más longitud que una trainera (12 m.), pero no tenía buen aprovechamiento, pues una vez colocada ésta en su interior ("boca abajo"), sobre caballetes, con sus bancadas haciendo de baldas para los remos, todavía sobresalía la proa del barco de la rasante de su entrada. Esta circunstancia obligó a instalar una especie de marquesina con tejado a dos aguas, añadida a la boca de la cueva para cerrarla.

Carro y marquesina a la entrada de la cueva. FOTO SAMOT. COL. JUAN CASTANEDO.

Dentro de la cueva no se realizó ninguna mejora y continuó mostrando sus paredes desnudas hasta que desapareció, a principio de los años 50, victima de la excavación que realizara la empresa Vallés, para obtener materiales para la construcción del muro de protección de la canal de acceso al puerto y para la prolongación del "Camino Real" (-hoy CA-141- que entonces sólo llegaba hasta el embarcadero) hacia la Punta de Cotrajón.

Por suerte, mediados los años 40 (antes de la destrucción de la cueva), el club dispuso de un edificio propio conocido como "La Caseta de los Remeros", que fue el primero construido expresamente para su servicio, muy cerca de la boca de aquella. Esta construcción tuvo una vida muy corta, pero ésta es otra historia sobre la que habrá que volver más adelante. 

JMGB_2019.

(1) En 2020 se celebra su 125º aniversario.